El Pabellón de Oro

La Belleza, ¿cómo decirlo?, sí... es como una muela cariada, que nos roza la lengua, nos la agarra, nos hace daño, que yergue su existencia como un alfiler. Finalmente, no podemos ya más con el dolor y el dentista nos la arranca. Entonces, al contemplar en el hueco de nuestra mano aquella pequeña cosa marrón, sucia, sanguinolenta, uno se dice más o menos: <<¿Es esto? ¿Es esto lo que me hacía tanto daño, lo que me no cesaba de recordarme su existencia de un modo tan desagradable, lo que me clavaba raíces tan tenaces? ¡No es más que materia muerta! Pero esta cosa y la de hace un instante, ¿son realmente la misma cosa? Si ésta, al principio, formaba parte de mi envoltura exterior, ¿cómo, por qué conexión, ligándose a mi yo interno, pudo convertirse para mí en una fuente de dolor? ¿Sobre qué base reposaba? Y esta base, ¿existía en mí? ¿O bien existía en este objeto? Sea lo que fuere, lo que me han arrancado de las encías y lo que yace en el hueco de mi mano son dos cosas totalmente diferentes. De una manera positiva , ESTO ya no es AQUELLO>>. Y bien, ¿tú ves?, con la Belleza ocurre lo mismo. Matar al gato significaba arrancar la muela que causaba dolor, extirpar la Belleza de raíz. ¿Quedaba resuelto el problema? Yo no lo sé. Las raíces de lo Bello, a pesar de todo, no habían sido cortadas; se mató a la bestia, pero no, tal vez, su belleza. Y es para burlarse de esa solución demasiado cómoda que Choshu se pone las sandalias sobre la cabeza. El sabía, por así decirlo, que no hay otra solución si no soportar el dolor de muelas.

Yukio Mishima

Sputnik, mi Amor

“Ya ves, continuamos viviendo cada uno a su manera, incluso ahora”, pensé. Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hilo de los días que nos han destinado, ir dejándolos luego atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo de todos los días…, haciendo, según cómo, una buena actuación. Al pensarlo, me sentí terriblemente vacío.